Diversas instituciones del país resguardan nuestra memoria artística: atesoran, preservan y difunden el vasto patrimonio colectivo. Es el caso del Banco Ciudad y del Museo Nacional de Bellas Artes, que, a través de esta iniciativa, propician el diálogo entre sus colecciones para señalar algunos momentos de singular importancia del arte argentino.
En las primeras décadas del siglo XX, el género del paisaje define un ideario nacional. Algunos artistas adhieren a las tendencias naturalistas y posimpresionistas, donde el color estalla disolviendo las formas.
En el caso de Horacio Butler, la naturaleza se representa por medio de una paleta casi cubista. Con La plaza, el artista retoma el motivo del árbol, una lectura que nos reenvía a los maestros de principios de siglo, conformando así una serie que permite dar cuenta de la mirada y los estilos de una generación. En esa confrontación con la naturaleza, Juan Carlos Castagnino muestra la animalidad en toda su potencia salvaje en su obra Caballos en la llanura. Desde otra vertiente, María Martorell se interroga por las formas matemáticas más simples puestas en acción en Paralelas en movimiento, mientras que José Antonio Fernández-Muro abunda con su investigación geométrica abstracta en Dos círculos. La experimentación con los elementos básicos del arte también es postulada por Martha Peluffo, quien en Las pieles de la tierra, coloca el volumen como tópico.
Aspiramos a que estas obras, al ser conjugadas con sus pares en el Bellas Artes, permitan el disfrute del público de un patrimonio público exquisito.
Andrés Duprat
Director
Museo Nacional de Bellas Artes